Card draw simulator
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Duetas · 7
Todo olía a lluvia y madera podrida cuando Ashcan Pete empujó la verja del viejo almacén. Llevaba su Abrigo de cuero marcado por viajes y cicatrices, una Lupa colgando del cuello y, a su lado, su inseparable compañero Duke, siempre con las orejas tensas ante lo que Arkham pudiera escupirles.
Pete confiaba demasiado en la suerte y llevaba un par de Patas de conejo que solían darle un empujón en momentos clave.
—Vamos, chico —murmuró acariciando a Duke—. A ver qué desastre nos espera hoy.
Apenas dieron unos pasos cuando el suelo se abrió bajo ellos.
—¡Ups! —gritó Pete mientras se aferraba a una viga para no caer. El derrumbe hizo que Duke tropezara con una vieja caja… y de entre las tablas rotas rodó un extraño objeto de metal.
Pete lo recogió, incrédulo: —¡Mira lo que he encontrado! Un amuleto antiguo, cubierto de símbolos que era mejor no descifrar.
Un cultista surgió de la oscuridad con un chillido. Pete reaccionó con pura intuición y un arranque salvaje de Agallas: empuñó su Hacha de bombero y Duke se lanzó directo al cuello del enemigo. Aprovechando la distracción, Pete descargó un Golpe brutal que derribó al sectario de inmediato.
Respiró hondo. —No te preocupes, Pete… aguanta —se dijo, buscando un poco de Coraje inesperado entre el caos mental que siempre arrastraba.
Pero no todo era tan sencillo. Una punzada le cruzó la mente. La memoria se le nubló. Viejas lagunas, recuerdos borrados… era la misma maldita Amnesia que lo perseguía desde siempre, arrancándole fragmentos de lo que necesitaba recordar. Duke le dio un empujón con el hocico, como si le recordara lo esencial: lo importante está delante, no atrás.
Siguieron adelante hasta una sala cubierta de símbolos sangrientos. El aire vibraba como si algo respirara detrás de las paredes. Una figura alta y antinatural los esperaba, cuchillo en mano.
Pete cerró los ojos un segundo, intentando ser Hermético, contener el miedo para que no le desordenara el alma. Cuando los abrió, Duke ya estaba saltando. Pete se lanzó detrás, impulsado por un estallido de voluntad, un último intento de Dominar la situación antes de que lo devorara.
La hacha impactó. El monstruo cayó como un tronco podrido.
Buscando respuestas, Pete usó la Lupa para revisar cada rincón. Entre papeles quemados, un fragmento de pergamino brilló con un destello inquietante. Esa pista no estaba allí por casualidad.
—Bueno, ¡Qué suerte!
Pero la suerte no llena el estómago ni paga el tren de ida cuando tienes que huir a la mañana siguiente. Pete abrió su Alijo de emergencia, sacó unas monedas, comida seca y una navaja, y volvió a guardarlo todo con la rapidez de quien sabe que cada minuto importa.
Entonces lo sintió. Un frío que venía del interior, no del aire. Un murmullo que hablaba con su voz pero no era suyo. Las sombras se retorcieron y una figura grotesca emergió de ellas: era la encarnación viva de estar Roto por las pesadillas, un monstruo nacido de los miedos que Pete había intentado enterrar durante años.
—No, no esta vez —susurró.
Duke se puso delante, firme, sin miedo. Ese simple gesto le devolvió a Pete todas las piezas que se le estaban cayendo.
—Gracias, compañero… sin ti ya estaría muerto.
En la sala final, un altar brillaba con luz enfermiza. Pete dejó que su Percepción afinada le guiara. Entendió justo lo necesario del ritual para saber cómo destruirlo. Con un grito, alzó la Hacha de bombero y la clavó en el corazón del símbolo prohibido. La luz estalló. La vibración cesó. El silencio cayó como una mortaja.
Pete se dejó caer de rodillas. Duke le lamió la cara, jadeando. —Lo logramos, chico… otra vez lo logramos.
Se incorporó con esfuerzo, sintiendo el peso de la noche, de los monstruos, de sí mismo.
—Vámonos antes de que esto empiece a temblar otra vez —dijo.
Y juntos, un vagabundo cansado y un perro más valiente que cualquier héroe, se adentraron en la niebla eterna de Arkham… preparados, aunque no del todo, para la próxima oscuridad que quisiera tragárselos.